En el quinto capítulo de Relaciones públicas o la estrategia de la confianza, el autor subraya la importancia del aspecto social del hombre dentro de las organizaciones, ese aspecto que es intrínseco a su identidad humana y que muchas veces es desapercibido u obligado a no tenerse en cuenta, lo que genera malestar en los empleados, malas comunicaciones e interpretaciones erróneas en las relaciones dentro de la organización.
Relacionada a estos conceptos, está la premisa que la empresa, para tender una forma de comunicación y un comportamiento destinado a generar las tan ansiadas relaciones de confianza con sus públicos de interés, ésta debe partir de ser consciente de generar todo este pensamiento por su propio interés y no por una necesidad acuciante.
Como menciono en el primer párrafo, la parte social del hombre es fundamental. Como Philippe Boiry, autor del libro, menciona reiteradas veces, se debe admitir la influencia que tiene el “hombre social”, sobre el comportamiento que tiene el “hombre productor” y el “hombre consumidor”, dentro de las organizaciones.
A lo largo de los años las empresas y organizaciones han actuado en cuanto a comportamiento y estrategias de comunicación, sujetas a las funciones productivas y consumidoras del hombre, lógicamente asociándolas hasta el exceso con la productividad y rentabilidad que se podía obtener, cosa que muchas veces resulta un grave error.
Durante muchos años, esta percepción y tratamiento de la comunicación con las personas dentro de una organización dio resultado, con la organización del trabajo, la taylorización y publicidad, pero con el paso del tiempo y las nuevas necesidades que surgen en el mundo, ya no basta con pretender cubrir ese aspecto, sino llegar y tratar con el aspecto humano, que estaba como dormido desde que las organizaciones dejaron los formatos de autoconsumo, para pasar a los industriales.
Actualmente, este aspecto humano ya no está separado del aspecto productor ni del consumidor, ya que influye en las decisiones y actitudes de estos, manifestando su insatisfacción, reclamos o aceptaciones. De este modo las empresas al ver que tenían que cumplir con una especie de responsabilidad social con su público, debían reflexionar sobre el lado humano que había quedado descuidado.
Boiry cita una anécdota que puede explicar el caso de que las empresas y organizaciones por tratar de ir más allá de su alcance o por tratar de ser lo más rentables o de alcanzar el mayor avance técnico, se han dejado atrás el lado humano, el primordial: un explorador en África vio como su equipo de porteadores negros, se detuvo repentinamente antes del descanso programado, cuando al jefe de la cuadrilla se le preguntó por qué hacían esa pausa imprevista respondió:
Hemos corrido tan rápido que hemos sobrepasado nuestra alma. Nos paramos ahora para que ella pueda alcanzarnos. ¡Después podría ser demasiado tarde!
Esta carencia en el tratamiento sobre la parte humana que habían sufrido las organizaciones junto con los constantes confrontamientos, frustraciones, riesgos, aspiraciones y necesidades ahogadas, son los que con el paso de los años habían convertido al hombre en masa y poco a poco en robot, según palabras de Boiry. Y lo que se busca en realidad es devolverle la alegría, amor y fe que se experimentaba mediante el trabajo, características y sentimientos que garantizan una productividad a prueba de todo.
Reforzando esta concepción, las relaciones públicas, están regidas por un Código de Ética, llamado el Código de Atenas, que fue redactado en esa ciudad en el año 1965, el cual garantiza aparte del respeto por los Derechos Fundamentales, la consideración de necesidades de orden intelectual, moral y social y su cumplimiento.
Como conclusión, en las organizaciones, por más precauciones, reglamentos y optimización de labores y objetivos, que se hagan, no se rendirá adecuadamente si las personas con las que se trabaja no están a gusto o no se sienten identificadas. Algo prácticamente obvio al momento de pensarlo, pero difícil al momento de llevarlo a cabo.
“Para que un hombre haga bien su trabajo, no es suficiente que sepa hacerlo, no es suficiente que pueda hacerlo, se necesita además que sepa hacerlo”. (Benjamín Franklin).